[Criptomoneda. Bitcoin. Estafa piramidal. Telar de la abundancia. Robert Kiyosaki. Padre rico padre pobre. Vanina Papalini. Namit Arora. Criptolandia. Idoia Sota. El Pais. Forbes España]
“Este es un país de malagradecidos, se olvidan de todo.
—Pues asústelos.
—Perdón, pero no estoy entendiendo nada. ¿No dijo que teníamos que mostrar una cara más amable?
—Si usted quiere asustar a la gente, la tiene que asustar con su pasado, su pobreza pasada, las largas filas para comprar el pan. La oposición tiene sus lamentos de socialismos, si. Pero lo único que le interesa a la gente es la repartija, y además saben que con el socialismo es miserable. En cambio usted, tiene un sistema en el que cualquiera puede ser rico. ¡Ojo!, no todos… cualquiera. No se puede perder cuando todos apuestan por ser ese cualquiera”.
— No, dirigida por Pablo Larraín, 2012.
por por Belén Pretto (@belpretto)
Hace un tiempo me escribió una persona por Instagram para preguntarme si quería conocer más sobre herramientas financieras. Ya venía leyendo sobre el Bitcoin porque me causaba mucha curiosidad su volatilidad. La cuestión parecía sencilla: invertir algo de dinero y “multiplicarlo” en los meses posteriores.
Me invitó a una reunión por Zoom para contarme más detalles, entonces accedí.
El día pactado ingresé al encuentro virtual y noté que no era la única invitada. La persona que me contactó arrancó con una explicación rápida y así nomás sobre cómo funciona la economía mundial. “¿Sabían que solo el 1% de la población mundial concentra más del 80% de la riqueza? Eso me parece muy injusto. Por más que me esfuerce en mi trabajo, nunca voy a formar parte de ese 1%”.
Al toque empecé a arrepentirme de haber entrado, pero por una cuestión de respeto me quedé. Muteada y sin cámara, obvio.
“Cuando me enteré de que mi jefe había pedido el subsidio del gobierno (ATP) para pagar salarios, aunque no lo necesitaba, no lo pude soportar más y renuncié. Trabajo todos los días y me esfuerzo muchísimo. Merezco mejores cosas en la vida. Por eso, estoy muy feliz con mi decisión. Sé que me espera un futuro con enormes oportunidades”, continuó.
No veo fallas en su lógica. Su discurso me sonó hasta bastante empático y, por momentos, con preocupación por la desigualdad y los desequilibrios socio-económicos del país. Algo parecido a lo que solíamos llamar “conciencia de clase”.
El principal objetivo del meet era convocarnos, o mejor dicho reclutarnos, para ingresar a una academia que enseña a operar en el mercado financiero. No diría rápidamente que se trata de una estafa, porque el servicio que ofrecen es legal y legítimo: la institución tiene sede en Estados Unidos y cuenta con toda la certificación y documentación necesaria para respaldarse. Nada del otro mundo.
Básicamente te enseñan herramientas financieras, y te “ayudan” a administrar tus ahorros y gestionar tus inversiones para que obtengas ganancias a corto, mediano o largo plazo. Depende de tus objetivos y de tus esfuerzos.
Después, empezó a explicar que para ser alumno de la academia hay que abonar una cuota (en dólares), como en cualquier institución educativa privada. Y la cosa se puso un poco más extraña cuando dijo que si no contábamos con el dinero podíamos invitar a tres personas más para que ingresen a la academia, y de esa manera se bonifican gran parte de los montos exigidos para estudiar.
O sea, aplicaban un sistema similar al Mandala o al Telar de la Abundancia, que tuvieron su boom hace algunos años atrás y los “operativos” se llevaban a cabo en algunos cálidos y luminosos livings de familias clase media y media-alta. En este caso, se lo denomina “multinivel”, un sistema que aplican algunas empresas como Amway o Herbalife para atraer nuevos miembros a sus equipos. A esto se lo denomina estafa piramidal.
Lo importante para la institución es que el flujo de personas que ingrese sea constante y que haya cada vez más gente interesada en meterse de lleno en el mercado financiero. Es justamente eso lo necesario para que el negocio siga sosteniéndose, y es lo que también necesita el mismísimo sistema para que siga funcionando: mucha gente depositando sus ahorros.
La verdad es que todxs estamos cansadxs de trabajar en condiciones precarias y, lamentablemente, todavía no parece haber alternativas claras desde el punto de vista político para que la situación económica de los trabajadores mejore (en particular la de lxs jóvenes).
De hecho, ya es bastante complicado imaginar un horizonte de pleno empleo y una calidad de vida decente percibiendo un salario mensual básico. La pandemia, además, trajo mayor precarización, una oleada de nuevos monotributistas freelancers con una seguridad social muy limitada, jornadas homeoffice con horarios extendidos, estrés, ansiedad, depreciación de salarios, y todo eso que ya sabemos.
Entonces, si existe la posibilidad de utilizar alguna herramienta que permita generar un ingreso, algo que al mercado laboral le está siendo imposible ofrecer, bienvenido sea. Desde un punto de vista individualista, todos queremos lo mismo: ganar dinero. Para vivir bien, normal.
Y justamente por esos motivos, su discurso reclutador se torna bastante efectivo. Toca la fibra íntima de la subjetividad de la mayoría de las personas. Mencionan sutilmente algunas frases o palabras que forman parte de la opinión pública generalizada que interpela la realidad económica y cotidiana de muchos.
¿En serio me estás prometiendo tener el control de mi vida?
La estrategia discursiva que la academia despliega sigilosamente para el reclutamiento me pareció bastante llamativa. Alientan a un optimismo exagerado por vivir la vida, a lograr extrema confianza personal y se muestran convencidos de que estamos ante una solución definitiva que podría cambiar la situación económica de muchas personas en el mundo. Una auténtica revolución. Como Ivana Nadal, pero del mundo financiero.
“How would you feel if you had total control of every aspect of your life?” (¿Cómo te sentirías si tuvieras el control total de cada aspecto de tu vida?), dice la frase que acompaña el eslogan.
Este tipo de discursos exagerados no son únicos ni particulares de la academia, sino que forma parte de algunos sectores o grupos sociales más amplios. Tuvieron su auge en los 90s y 2000s con la plena expansión de la globalización, el neoliberalismo y el emprendedurismo. La biblia de esta especie de culto es el best seller de autoayuda Padre Rico, Padre Pobre, de Robert Kiyosaki. Fue un enorme éxito en ventas a finales de los noventa, sigue todavía en circulación con muchísima demanda y fue traducido a múltiples idiomas.
Según este autor, el “Padre Pobre” era su propio padre, quien trabajó duro toda su vida sin poder acumular riquezas, mientras que el “Padre Rico” representaba al padre de un amigo cercano, quien le enseñó lecciones financieras que lo ayudaron a convertirse en un millonario. La imposibilidad de volverse rico del Padre Pobre nada tiene que ver con las desigualdades estructurales que el sistema produce sino con su limitada y subjetiva forma de pensar.
La única manera de volvernos millonarios, según esta doctrina, es ser positivos y entusiastas por la vida, mostrarse una persona confiada y segura de sí misma, vivir feliz y tener humildad, vibrar alto, pensar como una persona rica y proyectar en nuestra mente todo lo que queremos conseguir. Y emprender, invertir u operar en el mercado financiero estratégicamente.
A pesar de que este best seller fue duramente criticado por muchos empresarios alrededor del mundo, sigue existiendo como guía para millones de personas que sueñan todos los días con ser el próximo Elon Musk. O al menos ser su vecino cercano.
“Sólo tienes un cierto número de horas en un día y un límite para las que puedes trabajar. Entonces, ¿por qué trabajar duramente para conseguir dinero? Aprende a hacer que el dinero y la gente trabajen para ti y serás libre para hacer las cosas importantes”.
“La principal causa de las dificultades financieras son el miedo y la ignorancia, no la economía o el gobierno de los ricos. Los miedos y la ignorancia auto-inflingidos mantienen atrapada a la gente”.
“La única diferencia entre la persona rica y la persona pobre está en cómo utilizan su tiempo”.
Sobre el fenómeno de la autoayuda investigó la doctora en Ciencias Sociales, Vanina Papalini. En un artículo publicado en la revista Nueva Sociedad, explicó que esta estrategia discursiva se basa en “la proliferación de relatos en primera persona y la presencia destacada de narrativas de la vida cotidiana” que expresan a su vez una sensibilidad social propensa a generar “rápida identificación y movilización emotiva con fuertes efectos de verdad”.
Criptolandia, ese Disney para libertarios
Invertir en criptomonedas es una de las herramientas por excelencia que enseñan en esta Institución, pero también es una idea viene en constante expansión reforzada por los medios de comunicación. Las noticias sobre la volatilidad de Bitcoin, la criptomoneda más famosa y “confiable”, fueron de las más leídas en los principales medios. La mayoría de las notas tienen un tratamiento bastante cauteloso sobre cómo funciona. Son pocos quienes se animan a criticar esta cuestión, mientras otros tampoco le ofrecen el aval completo.
El ensayista Namit Arora, ex experto en Internet de Sillicon Valley, le dedicó un sentido y extenso texto al mundo ideológico de las criptomonedas o -como él lo denomina- Criptolandia. Según su análisis, el movimiento de las cripto, que se aceleró con la creación del Bitcoin en 2010, presenta una serie de instintos que confluyen simultáneamente:
1. Instintos anarquista: con tendencias izquierdistas, desprecian al Estado por su poder coercitivo, la corrupción y la ineficiente administración de impuestos. La descentralización de las criptomonedas es el valor más destacado porque permite resistir regulaciones y evadir impuestos, como así también el odio al Banco Central y a todos los bancos en general.
2. Instintos capitalista: con sensibilidad libertaria, abogan por un capitalismo verdadero con un mercado libre. Pero libre de verdad, no como el de ahora que está obstaculizado por regulaciones y dominado por monopolios. Valoran el potencial que tienen las cripto para emitir sus propias monedas, con sus propias reglas, y establecer juegos con incentivos que impulsan el comportamiento económico correcto.
3. Instintos oportunistas: geeks y nerds motivados por las nuevas tendencias vinculadas a la tecnología, y a ganar dinero rápido y fácil haciendo cosas divertidas. Se dedican a promover y difundir un ciego entusiasmo por las tecnologías, revalorizando su fuerte potencial revolucionario para cambiar el mundo y generar felicidad.
¿Es técnicamente posible para Criptolandia cumplir con el objetivo de redistribución, crecimiento y prosperidad?
La fortuna se pierde como lágrimas en la autoayuda
Es bastante engañoso intentar convencer a las personas de que pueden volverse millonarios con el simple hecho de usar este tipo de herramientas financieras. La periodista Idoia Sota, subdirectora de Forbes España, se metió en el mundo de las criptomonedas para comprobarlo y escribió un artículo en El País contando su experiencia.
“En los dos meses que me convertí en trader de criptomonedas, las casas con vistas al mar que compraba por las noches se evaporaban cada mañana. Aventureros, visionarios, perdedores, estafadores… Miro a mi alrededor digital y pienso que parecemos un asentamiento de buscadores de oro en el lejano oeste, contagiados de la fiebre que acabó con la mayoría de ellos. Nos creemos los futuros millonarios y unos pocos lo serán”, metaforizó.
Si bien hubo quien pudo convertirse en millonario cuando todo esto comenzó, invirtiendo sus ahorros en alguna criptomoneda, también existieron personas que aprendieron una lección fundamental: “hasta que no vendiste, no ganaste nada, y este es un negocio de suma cero, es decir, todo lo que gana uno lo perdieron muchos otros”.
El economista y ex asesor de la presidencia del Banco Central, Juan Valerdi, afirmó en una reciente entrevista que “se trata de una estafa del tipo esquema piramidal de dimensiones históricas”. En este sentido, explicó que “los que entran primero siempre ganan mucha plata y los que pierden son los que llegan al final de la fiesta”.
Además, alertó que esta gran campaña mundial a favor de la inversión en criptomonedas “indica” que hay grandes fondos y empresas que poco a poco van saliendo del sistema y, por lo tanto, necesitan que ingresen millones de inversores a depositar sus pequeños ahorros para que “cubran las salidas”.
Si medimos la distribución de la riqueza dentro del universo Bitcoin, nos encontramos con una cifra elevadísima de desigualdad, algo que también contradice el discurso de prosperidad y redistribución. Tamas Blummer, quien hasta enero fue uno de los principales desarrolladores de la criptomoneda más famosa, publicó el coeficiente Gini -cálculo para medir la desigualdad en los países- del mundo Bitcoin y reveló que el nivel de desigualdad es mayor que el de “cualquier país del mundo”. La cifra ronda los 0,9 puntos; teniendo en cuenta que el índice se mueve entre 0 y 1, siendo 0 el valor que indica una distribución equitativa de la riqueza y 1 el que muestra la mayor desigualdad.
Además, existen grandes proyectos que participan del ecosistema financiero digital y que pertenecen a enormes empresas centralizadas. Tal es el caso de Libra, una criptomoneda creada por Facebook y gestionada por un consorcio de empresas multinacionales y centralizadas que ofician como una especie de “Banco Central” internacional, manteniendo una canasta de divisas como respaldo.
En los discursos de felicidad, se vende a la descentralización como el principal valor de las cripto, pero ¿por qué debería ser positiva la ausencia de regulación estatal o de Bancos Centrales en las transacciones?. Para refutar esta idea, Arora ejemplificó que el feudalismo, el patriarcado, el racismo, la esclavitud y demás cuestiones, son casos de opresión descentralizada, mientras que son puntos de centralización los derechos humanos, las Constituciones y las leyes que permiten combatirlos.
El motivo del éxito de las criptomonedas en los últimos años se debe, evidentemente, al vacío que ocupan. Por más que el futuro no se vea en el horizonte, hay que pensarlo dos veces cuando alguien nos viene a vender soluciones con promesas de prosperidad eterna. No creo que arreglar nuestra situación individual sea tan sencillo. Queramos o no, el contexto particular de cada unx depende de cuestiones estructurales mucho más complejas.
De todos modos, la historia de las criptomonedas todavía se está escribiendo y parece estar ocupando un lugar muy importante en las disputas económicas y geopolíticas de nuestro mundo. Tendremos que esperar para ver lo que sucederá en el futuro.
Bibliografía
Papalini, V. (2013). Recetas para sobrevivir a las exigencias del neocapitalismo (o de cómo la autoayuda se volvió parte de nuestro sentido común). Nueva Sociedad, 245, 163-177.
Sota, I. (3 de diciembre de 2020). Pasé dos meses invirtiendo en criptomonedas y esto es lo que me han enseñado los futuros millonarios. El País. Recuperado de http://www.elpais.com/
Rabosto, A. (2020). Las garras de la especulación. El Atlas de la revolución digital: Del sueño libertario al capitalismo de vigilancia.
Arora, N. (2018). Criptomonedas y anarcocapitalismo. Nueva Sociedad.
Piai, F. (4 de junio de 2021). Criptomonedas, burbujas, humo, ganancias y pérdidas. La Nueva Mañana. Recuperado de https://lmdiario.com.ar/