[Jimmy McGill. Kem Wexler. Despedida. Fin del amor. Separación. Better Call Saul. Vince Gilighian. Breaking Bad. Walter White]
“¿Cómo iban a hacer los bomberos para apagar el incendio si lo que se estaba quemando era el agua?“
—Pablo Ramos, El Origen de la Tristeza“Esto es una tormenta, esto es el fin de nuestra confusión“.
—Alex Anwandter
1.
Es un año de conclusiones: Jimmy McGill y Kim Wexler comparten un último cigarrillo bajo el rayo de sol que entra por la ventana de la celda. El único color de la imagen es la circunferencia milimétrica de la brasa, en la cual se condensan todas las experiencias y decisiones que hacen a una pareja. No hace falta un flashback. El gesto de la mano que lleva el cigarrillo hacia los labios del otro desata esas miles de imágenes que en 6 temporadas construyeron una cotidianidad ficcional.
Las despedidas entre dos personas son una variable incómoda que nace en el momento justo en el que inicia una relación. El instante en el que se cruzan dos miradas o alguien decide romper el silencio con un sonido casi imperceptible; un choque con lo desconocido bajo cuya incertidumbre quizás pueda encontrarse algo parecido a una conexión.
¿Será posible para alguien anular la idea de un final? ¿Disfrutar un presente eterno sin tener que ocultar esa pequeña porción del miedo a que nada sea real ni duradero?
Ahora está por empezar la primavera y nosotros no vamos a disfrutarla juntos. No hay una gran pelea, porque nosotros no somos así, simplemente no estás cómoda y yo en algún punto se que tampoco. Pero sos vos la que tiene la valentía de apuntar con la linterna de la atención a esa rareza que duerme entre nosotros, haciendo evidente que yo hago de cuenta que no está ahí. Son las cosas que charlamos mil veces. Son las cosas que prometí cambiar y pensé que estaba cambiando. También pensé que tenía bien claro lo que iba a sentir en el final, después de tanto tiempo de tenerlo ahí como esa variable tensa, esa nube oscura flotando atrás de las nubes. Pero no tenía idea. La ausencia es un cráter enorme en el medio de una ciudad abandonada: el mundo que creamos se apaga, pronto el polvo va a cubrir los colores y las ventanas por las que nos asomamos a mirar la vida se van a transformar en huecos oscuros. Sé que algún día voy a reírme de lo dramático que estoy siendo. Pero mejor exagerar que reprimir el dolor. Esconderse de la tristeza es inútil, tarde o temprano va a encontrarme para conquistar casi todos los espacios de mi cuerpo en donde intenté guardarte.
Entonces empezamos a salir de la vida del otro haciendo lo mejor que podemos. Las razones no son errores irrecuperables ni daños permanentes. Sino un conjunto de decisiones muy chiquitas que van armando una historia. O desarmándola.
En Better Call Saul, Vince Gilighian habla de personajes un poco más realistas que en Breaking Bad. Lo emocionante de Walter White es su cambio, su traspaso al mal: los argumentos razonables con los que busca explicarse a él mismo por qué hace lo que hace. Solo en el último capítulo le admite a Skyler, su ex mujer, que lo hizo porque le gustaba. Lo hice por mí. Y era bueno en eso. Hay algo en la naturaleza humana del protagonista de la historia que lo lleva a cambiar aunque sea para peor. Pone excusas, se defiende desde el amor, desde la familia, pero en el fondo obedece a su instinto aunque este lo transforme en una persona que va a perderlo todo.
Jimmy McGill, en la vereda opuesta, no puede cambiar. Su naturaleza lo lleva a repetir los mismos errores y demostrar constantemente que no está dispuesto a sumergirse en sus propias profundidades para cambiar algunas cosas. Lo único que lo hace moverse un poco de su eje es el amor que le tiene a Kim. Pero ¿cambiar por el otro es cambiar? ¿O es seguir escapándole a la ausencia de un deseo propio con la excusa de ser lo que el otro quiere?
Gilligan no responde del todo ese interrogante. No nos deja saber si Saul enfrenta su condena y el largo adiós a todo porque se redime como personaje o solo porque ama a Kim y no quiere perderla. De todas maneras, algo cambia. Cambian sus ojos cuando se cruzan las miradas de ambos en el tribunal. Cuando se observan, tal vez por última vez, a través de los rombos de un alambre.
Better Call Saul es un poco más real que Breaking Bad y duele más su final. Porque el arco de los personajes es una montaña rusa, un repetir ciclos constantemente: fallar, perdonarse, volver a intentarlo.
Volver a fallar.
Un poco como la vida real.
Vimos el último capítulo juntos hasta los últimos veinte minutos en los que te quedaste dormida. La luz del televisor iluminaba toda la pieza, tu respiración se hizo más pesada y yo decidí seguir viendo. Nos despedimos por separado de esos personajes con los que supimos vernos identificados.
2.
Se está muriendo la Chinu. La gata gris que acompañó a Totti toda la vida. Que estuvo ahí en los momentos difíciles y en todas las charlas, películas psicodélicas y cenas eternas que compartimos.
Totti se fue hace unos meses a Torino. Una decisión que le costó por varias razones pero que lo hizo salir de una zona de confort y encontrar una versión de él mismo que le encanta. Aún teniendo la seguridad de que eso podía pasar, llevarlo hasta el aeropuerto fue triste. En el camino cruzamos Casa Warhol, un centro cultural en el que hace años hicimos una fiesta. Nuestra idea era seguir haciendo eventos de música electrónica pero, a pesar de que esa vez las cosas salieron bastante bien, nunca volvimos a intentarlo. Apoyado contra el vidrio, conteniendo las lágrimas pensé lo que pienso en casi todos los finales: si no me habré olvidado de vivir las cosas con la suficiente intensidad por pensar que algún día iban a terminar. Después Totti le subió el volumen al estereo donde sonaba Fosil de Mi Amigo Invencible (canción que, a partir de ese momento, iba a quedar grabado como el soundtrack de un adiós).
Dame tiempo para comenzar
Las cosas no paran de cambiar
¿A dónde vas?
¿Dónde estás?
¿A dónde ir?
Por su edad, era imposible viajar con la Chinu sin arriesgarla a un malestar muy grande. Entonces Totti se la dejó a Félix. Todo ese tiempo jodimos con que éramos sus tíos y la hicimos aparecer en las videollamadas con Totti. En su departamento original, la Chinu recibió todo el cariño y cuidado con el que se trata algo o alguien que te importa mucho o le importa mucho a alguien que querés.
Por eso es difícil la decisión final aunque la gata ya no pueda resistir el día cotidiano y exprese en todas sus dolencias un cansancio mortal. Félix me dice que habló con Totti y ya está decidido. A la noche voy a su departamento. El hecho de estar perdiéndote ya está anidando en mi pecho, agrandando el vacío a cada segundo que pasa. Pero intento concentrarme en la tristeza que estoy viendo: la gata despidiéndose del grupo pasando entre nuestras piernas, maullando, recuperando en sus últimos segundos la vitalidad que no tuvo el último mes.
Alguien me dijo una vez, en los pasillos de la terapia intensiva del hospital de Alta Gracia, que en los últimos momentos de vida suele aparecer una mejora engañosa que genera esperanza. Un clavo ardiendo al que si uno decide agarrarse y posponer la despedida estira las cosas como un chicle en una agonía que se mantiene en tensión sin resolverse nunca. Se que inevitablemente voy a hacer eso con nuestra relación, mi cuerpo no quiere dejarte ir. “No puedo comparar una relación con el sacrificio de una mascota” me digo a mi mismo. Pero estoy mareado y mis pensamientos se escapan para todos lados como si se hubiera roto una fuente adentro de mi cerebro.
Esa noche dejamos la mesa del departamento llena de servilletas con mocos y nos vamos a casa para poder enterrarla en un patio. Al final nos damos un abrazo todos, Félix, Sarto, Manu, La Pepa y yo. Quedan pocas cosas que me hagan sentir que esto es un grupo de amigos. Irónicamente la muerte parece ser una de esas cosas.
Cuando la veterinaria durmió a la Chinu en el living de Félix estaba sonando un disco de Stan Getz que me mostraste vos. Ojalá estos detalles fueran licencias creativas, ojalá pudiera dejar de sentir que vivo en una película y que como Jimmy McGill repito mis errores de manera cíclica.
Ojalá pudiera evitar el fin.

3.
Todos están obsesionados con las calcomanías, parece que este año vamos a ganar el mundial. Es algo que todos parecen dar por hecho. Una verdad construida colectivamente para sostener una bombita de luz en medio de la oscuridad del caos. La vida afuera de mi cabeza sigue igual que siempre y eso me descoloca. Pero si le pusiéramos pausa al mundo por cada persona que siente un vacío adentro frenaríamos la historia universal.
Pablo, que sabe despedirse mejor que yo, me responde que no está seguro de si este es el último ensayo que voy a escribir para Nadie es Cool. Ante la duda siempre preferí evitar el fin, pensar en un TO BE CONTINUED eterno. Ahora que tantas cosas están terminando siento la necesidad de poner los puntos donde van, pase lo que pase en el futuro. Pienso que solo atravesando el descampado enorme que deja lo que una vez se fue se llega a ser otra cosa.
Por eso escribo como si este fuera el último ensayo para una revista que se despide. Que pone el último punto en su mensaje hacia lo que queda de nosotros. Escribo como si esto fuera un ensayo en vez de una catarsis desordenada en la que intento relacionar conceptos para poner en palabras todo lo que duele crecer.
Después de un par de días vuelvo a verte. Caminamos hasta el parque y compramos en el camino todo lo necesario para almorzar unos sandwiches. Charlamos durante horas. Nos extrañamos y no queremos dejar de vernos. Nos prometemos cosas y volvemos juntos a tu casa a cenar y a ver una película. Intento tocarte el último tema de los Arctic Monkeys en la guitarra como si estuviéramos en 2018. Estamos contentos y nos decimos el uno al otro que es normal que nos cueste procesar lo que está pasando. Cuando apagamos la luz la rareza sigue ahí, ambos miramos para el otro lado, pero no funciona.
Ante la rareza enterrada en su relación, Kim y Jimmy obran diferente: él hace de cuenta que no pasa nada, sigue caminando hacia un futuro lleno de plata y terror, convencido de que esa nueva versión de él es la que funciona. Ella se escapa de todo. Vuelve a cero. Esa diferencia los aleja y los enemista pero sin esa diferencia el reencuentro no tendría el mismo peso: esa escena en la que vuelven a reconocerse, ya muy lejos de la burbuja de ternura que los englobó a ambos, donde más allá de las consecuencias producto de las malas decisiones (y a pesar del caos) vuelven a verse desde ese lugar del alma por donde pasa lo real, lo vulnerable. Una parte del alma a la que se llega solo desde el amor, el dolor, o ambas cosas juntas.
En la mesa de nuestra última cena hay una coca de vidrio, milanesas y un paquete de Lays. Los rituales cotidianos no respetan los parámetros estéticos del cine, no están ordenados por un director de arte ni guionados. La tele en mudo deja de transmitir Tres Son Multitud y continúa con Ligeramente Embarazada. Vamos a terminar esta historia con una romcom de Seth Rogen de fondo. Y está bien, después de días de querer evitar el fin agarrandonos a clavos ardiendo para no soltarnos asumimos el fin como algo necesario. Entonces, dando el primer paso en empezar a vernos desde afuera de este universo que creamos, hablamos mucho pero sin desesperación, sin darle tantas vueltas a los que hubiera pasado, sin transformar la esperanza en una expectativa.
No poder echarte la culpa es un alivio y a la vez una tortura. Estos abrazos son los más difíciles. Solo ahí caigo en la cuenta de que todavía no tengo idea de todo lo que dejo en esta despedida. Lo voy a sentir en la carne y mi cerebro va a funcionar como un colectivo chocado el resto del mes.
Creo que lloré lo suficiente pero no es así. Y en esas cuadras que me sacan de tu barrio y de tu vida dejo que el llanto me invada. Lloro por vos, por lo que fuimos, por lo que algo de mí espera que podamos ser, pero llego a casa y ya no hay ninguna rareza cerca. Sé que en tu pieza tampoco, que por fin somos libres de esa suciedad que supo haber abajo de la alfombra del castillo que construimos.
Me voy a dormir tranquilo.
4.
Esta primavera todo parece estar terminando y FOSA anuncia su última fecha con un flyer que dice “Chau mi amor”. Se van a vivir a Europa. Son un grupo de amigos que después de hacer una fiesta hicieron más y se volvieron en parte responsables de ese sentimiento de esperanza que ya no existe en los eventos masivos de Techno, ni en los medios que relatan “la movida”. En sus fechas, Casa Babylon se vuelve ese espacio en donde poder volver a lo simple y a lo seguro. A los pasos de baile en una línea temporal paralela. A la alegría de encontrar lo desconocido entre haces de luz y bombos en negras. Orni, parte fundamental del proyecto, va a hacer las visuales esta noche. Quiero ir a bailar a su última fiesta en Argentina y aprovechar la mística del momento para agradecerle lo que hizo por mí en los años que pasaron desde que nos conocimos.
Esa noche es el cumpleaños de mi tía y mi abuela me pidió por favor que fuera. La tristeza me pone en modo zombie pero voy igual intentando autoconvencerme de que estoy exagerando. Todos están contentos de verme en casa. Cuando dejo la mochila, mi abuelo me pregunta si puedo tocar algo en el piano, que hace mucho que no suena. Cuando me siento al frente del instrumento tocan el timbre y mi abuela y mi tía se van del living. Mi abuelo se queda sentado mirándome y canto una versión muy floja de papeles de Tormenta de Alex Anwandter: ahora que estoy triste dejo que estas canciones me desgarren y las canto desde el dolor. Lo patético de mi estado me termina dando gracia, pero ya se hizo de noche y la idea de ir a bailar techno deja de seducirme. Siento que el dolor se está acumulando en algún rincón de mi cerebro como una olla puesta debajo de una gotera que está a punto de rebalsar, y que si se desata mejor estar en casa.
Mi abuelo espera a que termine de cantar antes de ir a recibir a los invitados.
— Te escuché Manu, lo hiciste muy bien— me dice.
Una vez alguien tuiteó algo que me pareció simple y maravilloso. Una combinación que nunca falla. El tuit se preguntaba qué estarían pensando los personajes de los cuadros de Hooper. Yo suelo quedarme pensando qué pasará con los personajes una vez que las historias terminan. ¿Se da cuenta el personaje de que hay un punto final, una pantalla en negro después de una frase, después de una mirada? ¿Habrá podido cambiar Jimmy McGill? ¿Habrá vuelto a ver a Kim?
Es viernes pero la ciudad parece en calma. Como si estuviera por pasar algo de lo que no soy parte. En este momento lo prefiero así. “Chau, mi amor” pienso mientras miro los edificios pasar a toda velocidad desde el asiento del taxi.
Chau Nadie es Cool.
Chau a estas versiones de nosotros que se quedan para siempre en este presente a las que nunca vamos a volver ver. No queda otra que sentir este final y todos los finales en carne propia. ¿Será que la frase más quemada de Cerati dice la verdad? ¿Puede ser que después de tanto drama tenga que terminar esta despedida con una frase que seguramente alguien tiene mal tatuada sobre la muñeca?
Poder decir adiós ¿es crecer?