Si queres ser parte de NEC, si sabes que no nos ofrecieron ni nos ofrecerán ese trabajo de salvar a la humanidad para justificar nuestra singularidad, si estás seguro que detrás de cada X-men hay varios hombres clase B que no dieron la talla, escribinos a redaccion@nadieescool.com. Te estamos esperando.
Editorial
Si fuéramos un crucero seríamos uno que se viene abajo mientras
atraviesa aguas
turbias y fabulosas, peculiares, llenas
de minas sin explotar de las disputas culturales que empezaron en los años sesenta y que aún
continúan, rodeados
de
luces inexplicables que de vez en cuando dibujan una sonrisa roja en el horizonte como los
labios rojos en una
piel
pálida, de polizontes que escapan de la seguridad y se entrometen con los amplificadores
haciéndolos emitir
relámpagos
extraños como batiseñales en el cielo; si fuéramos llamadas seríamos de esas no anunciadas en
puertos que parecen
como ciudades en las que siempre hemos estado, aunque no del todo, paisajes urbanos que
convergen en la
ciudad-en-la-que-sí-vivimos
de alguna forma, que es, después de todo y antes que nada, de donde provenimos, un punto rojo en
un contestador
que
nadie atiende; si fuéramos una chica seríamos una que está desnuda en la punta de su cama un día
de lluvia con la
figura recortada por la pantalla del televisor que le devuelve los rayos catódicos de ese gálaga
que juega para
sentirse
retro; si fuéramos un chico seríamos uno que acaba de llegar a su castillo decadente, un
príncipe que perdió su
título
de nobleza, con los ojos rojos y los músculos presos de la hidrólisis de turno que revuelve
papeles buscando una
cita
que no encuentra porque sencillamente todavía no la descubrió; seríamos un nene que llora en el
acto de fin de
año
mientras sus compañeritos ríen en el patio porque entendió el final de una etapa y al que nadie
le da la mano;
seríamos
un adolescente atrapado en un uniforme tan católico como privado enamorado de la chica linda y
del chico malo,
pendenciero,
que todavía imita la pose trash de pie en la pared y cigarrillo en la boca; si fuéramos un juego
de palabras
seríamos
uno malo pero tierno; si fuéramos una canción seríamos una de amor disparada a quemarropa, una
novela infinita
llena
de bromas sin sentido y un cuento finito con finales trágicos llenos de lugares comunes; si
fuéramos lo que somos
no podrías distinguirnos a menos que te cruces con uno de nosotros en una esquina cualquiera y
veas en nuestra
boca
un circo irónico y una catástrofe a punto de estallar, un respiro entre tormentas, solo para
preguntarte más
tarde
cuando ya no puedas encontrarnos: ¿en serio estos hijitos prolijos del milenio —el apocalipsis—
están sonriendo
en
forma de luces de neón?
Sí, en serio.