Tendencias cárnicas del algoritmo: segmentación, mercantilización y manipulación

Por Conrado Rey Caro

En ENSAYOS

[Algoritmo. Netflix. Tecnología. Play Something. Click bait. Instagram. Only Fans. Cambridge Analytica. Big data. Facebook. Twitter. Fake news]

por Conrado Rey Caro (@conrareycaro)

Depresión, ansiedad, astigmatismo, tendinitis, palpitaciones. Poco a poco, las condiciones de nuestra vida se readaptan y se transfieren a una cosmología digital, cuyos trasfondos son los hilos del capital y sus síntomas las atrofias corpoemocionales. Los niños crecen y los desarrollos urbanos irresponsables y sedientos no hacen habitable el espacio público, la sensación de inseguridad aprisiona las subjetividades en paranoias, los padres se reconcilian con los smartphones y los riesgos de tener un teléfono celular dejaron de advertirse: ingresaron en nuestro torrente sanguíneo el litio y el plástico. La tendencia del algoritmo de hacerse carne es uno de los tantos relatos malditos de estas metáforas desposeedoras. Memoria, hábitat, tiempo, juego, encuentro, deseo, verdad. Estas experiencias se mudan cada vez más a la artificialidad de una red invisible. 

La tendencia parece acelerarse hacia terminar de diluir la distancia entre condiciones de vida no digitales y la configuración de existencias planificadas, en pos de sociedades más controlables y mercantilizadas. Netflix sacó hace unos días una nueva función que te recomienda contenido aleatorio construido y especializado por tu algoritmo. En su spot publicitario “Play Something” el control remoto toma vida y mientras la pareja debate sobre qué ver este les grita “¡pongan algo!” y deciden aleatoriamente; mientras la pareja se pone cómoda empezando una original de Netflix el control suspira “sometimes the best choice is not to choose”. A veces la mejor decisión es no decidir.

¿Qué significa hablar de “mi algoritmo”?¿Hasta qué punto el algoritmo es una representación de nuestros intereses o una manipulación para convertirnos en tipologías estándares de consumidores culturales? Ingresamos a las aplicaciones y con dos o tres datos nos acomodan en prefabricaciones de perfiles consumo. Los procesos rizomáticos de existencia singular, los procesos subjetivos y corporales particulares son cada vez más desprovistos de libertad, de curiosidad, de espontaneidad, de azar. La predictibilidad es la razonabilidad de nuestros tiempos. Somos el objeto de aquellas especulaciones.

La libertad o el algoritmo

Los hábitats digitales tienden cada vez más hacia una mercantilización impune. Ya no son solo las publicidades click bait o los pop ups que te inundan en los blogs pirateros para descargar mangas o ver el Untucked de RuPaul sino que plataformas masivas han encontrado la forma de redituar con la información de nuestras interacciones en la web y a través de aquel procesamiento sabe cómo distribuir las publicidades para que tengan un impacto más persuasivo en nuestro deseo. Youtube incluye publicidades en puntos claves de sus propios videos y según tus reacciones te colocan más o menos videos publicitarios, de mayor o menor duración. A veces intenta meter canciones enteras que son publicidades. En tiempos de elecciones, estas son creadas para las candidaturas políticas. Antes de la pandemia, cuando podíamos juntarnos a tomar cerveza de un mismo vaso, la autoreproducción pasaba de Nicki Nicole a los jingles traperos del peronismo cordobés. 

Por otro lado, Instagram se convirtió en un shopping. Cada tres historias aparece una publicidad, cada cuatro posteos emerge otra. En cuanto al diseño de su interfaz: aumentaron las herramientas para la creación de perfiles-tienda cada vez más gestionables. De la experiencia usuario se pasa a una experiencia manager de nosotrxs mismxs. Los cursos de branding digital y creación de contenido influencer están multiplicándose por todas las plataformas de educación virtual. Las celebridades hoy no pertenecen a la televisión, se encuentran en la web con un tic verificatorio al lado de su usuario. 

En detrimento de las grandes productoras y actores porno asistimos a la popularidad del Only Fans. Los discursos de empoderamiento personal y el body positive son absorbidos por este tipo de empresas cuyo discurso ofrece una forma fácil de ganar dinero explotando nuestro deseo y sexualidad. Los consumidores buscan la intimidad de los influencers y el morbo del mutual que subió unos videos en pija con su novio. Inauguramos esta década con la economía del creador de contenido. OnlyFans no ofrece seguridades a sus trabajadores sexuales porque no se los piensa como tal, quedan desamparados frente a posibles peligros de la integridad física, problemas de salud, o divulgación ilegal del contenido explícito en la era del retweet. Esta plataforma hace eco con Uber, Cabify, Rappi y Pedido Ya, caracterizadas por redituar el trabajo precarizado, descentralizado y sin seguridad social. 

En abril de 2019 murió un trabajador ciclista de Rappi chocado por un camión en Buenos Aires. Notificados por la noticia en un mail titulado “¿Quién se hace cargo de mi compañero muerto?”, la empresa contestó: “Gracias por contactar al equipo de Rappi. Gracias por comunicarnos esta triste noticia que será una gran pérdida para su familia, reciban de parte del equipo de Rappi nuestras muestras de condolencias por la irreparable pérdida de nuestro Rappi en cumplimiento de la labor. Saludos”. Desde aquel incidente ha habido más muertes de trabajadores precarizados. La digitalización del mundo de la vida y la mercantilización de la digitalidad habilitan nuevas formas de explotación laboral y desestimación de la vida humana convertida en mercancía.

Esto confluye con procesos de sectorización gestionados por el manejo del big data que no solo modelan perfiles de consumo cultural sino también ideológicos. Rebaños de usuarios manipulables a favor del mejor postor: el escándalo de Cambridge Analytica y las elecciones que llevaron a la presidencia a Donald Trump en Estados Unidos y a Mauricio Macri en Argentina. La publicidad es cada vez más incisiva en lo que respecta a moldear nuestro deseo y sacar ganancias de él. La voluntad se construye desde inteligencias artificiales que responden a la rítmica de la acumulación y beneficio empresarial. Facebook busca demandar a Apple por la nueva actualización de IOS 14.5 que obliga a las aplicaciones a pedir permiso a la hora de tomar y utilizar nuestros datos para inundarnos con publicidad personalizada. 

Hoy tenemos comunidades digitales/virtuales que comparten idénticos intereses, sin conocer ni entrar en contacto con los otros recortes poblacionales categorizados por una inteligencia artificial diseñada con criterios de sectorización de grupos de interés. Las fake news son un flagelo que evidencian, en esta tendencia de la vida hacia la sectorización planificada, la renuncia de racionalidades en favor de representaciones y la ausencia de una verdad más allá de la angustia que come nuestro cuerpo. Estas noticias falsas son creadas singularizadas para nichos de vida digitales específicos con consumidores pre-arreados. Algunas veces logran atravesar a múltiples segmentaciones y de plataformas como Facebook o Twitter nacen las nuevas leyendas urbanas: mejunjes narrativos de posverdad, idiotez y fascismo.

La ciudadanía renuncia a su privacidad y libertad sin sospecharlo. Todo consumo de las nuevas actualizaciones mercantilizadoras siempre es paulatino, planificado y al principio tendrá cierta resistencia por parte de los habitantes de la red. Sin embargo, una vez que los cambios dejan de extrañar la variación en la retórica hipnotiza y se hace costumbre y ya no se sospecha desde la ironía. Poco a poco la mercantilización gana más comodidad y coloniza nuestras rítmicas nerviosas y territoriales. De todos los flancos el mercado ingresa y demanda más espacio, más atención, más vida y energía. Las identidades cada vez más se forman modelizadas por pulsiones algorítmicas de la forma mercancía.

En función de la parábola que roza su completa extinción, la voluntad humana va cediendo a la inteligencia artificial. El pronóstico del futuro parece moldearse hacia la segmentación, mercantilización y manipulación de nuestras ontologías. Frente a la devastación constante y acelerada del medio ambiente los espacios físico-naturales habitables se reducen exponencialmente mientras que la digitalidad los reemplaza como espacio de habitabilidad y experiencia de lo Real. El exterior estará cada vez más intoxicado y privatizado y nuestra percepción estará orquestrada por una experiencia digital que progresivamente se constituye como nuestra Ontología. Los algoritmos cada vez calan más profundo y se están convirtiendo en los ritornelos de nuestras singularidades estandarizadas. Nada parece detener esta enajenación de nuestras almas, libertades y deseos.